ADIOS AMIGO ANTONIO
Se llamaba Antonio y era un hombre bueno. Un hombre bueno para los suyos y para los demás. Hace unos pocos días le dio por marcharse para siempre y se fue, para desgracia de todos, sin previo aviso, sin aspavientos, casi deprisa y corriendo… Y nos dejó huérfanos a todos los colegas que en su compañía compartimos los problemas y las tribulaciones por las que ha atravesado una asociación que ahora, gracias a él, ya no es tal, sino hermandad.
Sí, Antonio era un hombre bueno que se hacía querer –y respetar- sin tan siquiera pretenderlo. Deja una viuda, Gloria, dos hijas, Marta y María, y decenas de hermanos que desde su marcha aún siguen, incrédulos, en estado de shock.
Antonio, el bueno de Antonio, aportó a SOS TALAVERA y a aquellos que tuvimos la suerte de poder arrimar el hombro junto a él, la templanza, la prudencia, el sentido común, el trabajo –muchísimo trabajo-, la dedicación y el humor, ese su peculiar humor socarrón que tan necesario era para todos en los momentos difíciles (incluso en los últimos) y que él debió mamar en buena medida cuando, por esas cosas que pasan, le dio por hacerse tuno, que no tunante, mientras estudiaba en la Universidad de Salamanca. Siempre sabía estar y siempre estaba cuando le necesitábamos. Por eso, siempre le echaremos de menos.
Si la vida o la muerte (nunca se sabe) le hubiera dado la oportunidad de despedirse, sin duda Antonio –como buen conocedor del Quijote- habría elegido las palabras que utilizó Cervantes cuando barruntaba que se acercaba la parca:
“¡Adiós, gracias, adiós, donaires, adiós regocijados amigos, que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida!”.
Adiós, hermano. Descansa en paz.