EL LETRERO DE CHAPA
Érase una vez una ciudad milenaria que había nacido a orillas del río Tagus. En el discurrir del tiempo fue embelleciéndose por obra y presencia de diferentes culturas y gentes. Durante muchos años fue acumulando un rico patrimonio, convertido en un legado para generaciones futuras: murallas, un foro, villas, puertas monumentales, plazas, torres, palacios, iglesias, conventos, pinturas, esculturas, cerámica, etc.
Ella, la antigua Casaerobriga, fue cuna de grandes ingenios según palabras del aún más grande Juan de Mariana, y mantuvo un lugar predominante en el centro de la península hasta que llegaron otros tiempos. Siempre representada como un cruce de caminos, cuidó del ganado y su fértil huerta, sedimentando poco a poco en su cultura un valor etnográfico que marcó el carácter y la vida de sus habitantes para siempre.
Lo tenía prácticamente todo para convertirse en una de aquellas urbes actuales que mantienen un reclamo patrimonial, una identidad de un lugar, algo que mostrar a los demás. Pero llegado el siglo XIX y por falta de conocimiento de sus gentes y ausencia de una legislación, esa magnífica ciudad fue perdiendo poco a poco aquello que durante muchos años había ido acumulando. Hubo gente preocupada por esta desaparición, pero era un grupo tan minúsculo que no pudo con la arroyada que supuso la ignorancia de los demás vecinos. Así, fue perdiendo sus murallas, sus palacios, sus pinturas, sus esculturas, etc., sin que la administración pusiera freno al expolio y la destrucción aleatoria.
Pero aún quedaba tiempo para la rectificación y la actuación sobre el todavía rico patrimonio que restaba. Así, con la llegada de la actual democracia, pariose la ley que debía regular las tropelías sobre la riqueza patrimonial de la ciudad. Lástima, no fue así, intereses urbanísticos y personales, caciques y serviles, desconocimiento e ignorancia, arrasaron con mucho de aquello que aparecía bajo tierra cuando una excavadora metía el cazo, saltándose la legalidad a la torera. Primaba más construirse un gran chalé en el casco histórico de la ciudad o levantar un edificio para sacar un beneficio inmediato, con la conveniencia de la administración, que pensar en cuidar de un patrimonio que a la larga daría más riqueza a la ciudad.
Contra todo pronóstico aún quedaba tiempo. La comunidad autónoma legisló y se consiguió frenar la hecatombe patrimonial. Después llegaría el momento de la penitencia, la redención y de los propósitos para que esto no volviera a pasar. Quedó demostrado que la unión hace la fuerza cuando, por iniciativa de unos cuantos, se consiguió poner de acuerdo a unos muchos y así conseguir declarar como Conjunto Histórico al casco antiguo de Talavera. He aquí una prueba fehaciente de que si se quiere se puede. Había llegado el momento de que la gente viniera a ver nuestras maravillas y vender un modelo de ciudad que había perdido el tren del turismo de interior.
Para resarcirse de años aciagos, la administración quiso coadyuvar a la ciudad con otra, la cercana denominada como Vascos. Se proyectó una adecuación y puesta en valor del yacimiento arqueológico de Navalmoralejo en la que un barco llevaría a los visitantes a contemplar y disfrutar de uno de los mejores elementos patrimoniales de Castilla La Mancha. A su vez los turistas debían parar, observar y comprar sus entradas en Talavera de la Reina. Para ello se construyó un chalé justo al lado de nuestras magníficas murallas. Pero las prisas y el mal hacer nos dejaron un barco que apenas puede navegar sobre un río seco, y una sentencia judicial por electoralismo en un proyecto que quedó en dique seco. Igual que los actuales azulejos de último panel cerámico de la ciudad, las piezas se caían una a una, y aquel non nato Plan Director de Turismo no fue más que una quimera sobre el turismo local.
Así, nos quedamos como estamos, a la espera de que una vez por todas Talavera de la Reina comience a ponerse en valor, a cuidarse, a ponerse guapa para los demás. Queda poco para cumplir los cien días de rigor y de confianza en el nuevo gobierno local y nada sabemos de las directrices a tomar en cuanto a patrimonio y turismo. De lo primero puede decirse que es más difícil de llevar a cabo debido a la financiación y la redacción de proyectos, es comprensible; de lo segundo, nada sabemos de su responsable en estos cien días.
Tememos, por tanto, que esto se perpetúe en otros cuatro años de inacción. A lo mejor se piensan que no nos damos cuenta, que los ciudadanos somos gilipollas. Es como cuando nos intentaron colar aquel letrero de chapa con fines electoralistas en el chalé de la ronda del Cañillo hace unos meses, convertido esta construcción en la vergüenza de las Oficinas de Turismo provinciales.
Tic, tac. El tiempo pasa.
Asociación SOS Talavera y Comarca – Comisión de Patrimonio y Turismo.