PADRE TAJO (II)
Resulta que hace unos días me encontré de nuevo con aquel amigo de la infancia con el que compartí opiniones y sentimientos por la maltrecha situación de nuestro río, al que él denominaba Padre Tajo. Me crucé con su persona cuando paseaba por la Calle Corredera, una de las más emblemáticas de la ciudad y lugar comúnmente de tránsito de nuestros vecinos talabricenses. Le vi de lejos. Su semblante anunciaba alguna preocupación profunda y en su caminar parecía algo taciturno y abstraído en sus propios pensamientos. Le silbé y giró la cabeza en dirección hacia donde yo me encontraba. Hizo un esbozo de sonrisa, como si intentara convencerme de su alegría por verme. Aunque puede que fuera así, mas bien pareció un gesto de pura cortesía que de verdadero sentimiento. Me acerqué y le convencí para que compartiera un café y un poco de charla conmigo.
Nos sentamos junto a una pequeña mesa de mármol y de cara a una de aquellas imponentes torres albarranas que jalonan el casco viejo de Talavera. Retomamos el tema sobre el que habíamos hablado hace unos meses cuando nos encontramos en el puente viejo. Le recordé que él había concluido nuestra anterior conversación pidiendo a nuestros administradores alguna responsabilidad e incluso su renuncia al cargo por la agónica situación del Río Tajo. Se reafirmó. Entonces le pregunté por sus más próximas preocupaciones, las cuales aparecían dibujadas en su cara.
Así fue como me explicó que, hace poco, en Talavera había ocurrido algo extraordinario. Un suceso que no habríamos imaginado nunca y que quedará para siempre marcado en la historia local. Yo ya me imaginaba por dónde sonaban los tiros: hacía ya tres semanas que entre 30000 o 40000 personas se habían echado a la calle para demandar un cambio en la situación de la ciudad y de nuestro río. Las expectativas habían superado a las de aquellas manifestaciones que mi amigo me relató en nuestro anterior encuentro y todo parecía indicar que, de una vez por todas, los ciudadanos de Talavera dejaban atrás su regular apatía y sumisión para pasar así a denunciar la muerte de su Padre natural, el río Tajo, entre otras no menos importantes reivindicaciones.
–Entonces, si por fin la gente ha despabilado, ¿cuál es tu preocupación? – le pregunté.
–¿No te has dado cuenta? ¿no?..te explico. Nuestros vecinos, tú y yo, hemos demostrado nuestro rechazo a la mala gestión de nuestros administradores, eso es y será siempre un éxito, que nadie nos diga lo contrario. A las personas que salieron a la calle el 11 de noviembre no se les puede reprochar nada, jamás, es una acto de valentía y sinceridad, un aviso para aquellos en los que se ha delegado nuestra soberanía popular. Así, dos escenarios podían desarrollarse a partir de entonces. El primero, aquel que todo el mundo anhelaba: una gran respuesta institucional y un pacto por el que Talavera y su río se convirtieran en prioridad de intereses por encima de siglas, banderas e ideologías. Y segundo: una vuelta más de tuerca al “y tú más” y “la culpa es tuya”, una demostración de que a los ciudadanos se la traemos al pairo, que importa más lo que se fragüe en un despacho bajo las órdenes de algún determinado partido que la demanda calmada, ordenada y pacífica de miles de ciudadanos. ¿Sabes cuál el que se ha dado de los dos? – me preguntó-.
–Está claro, lo segundo – respondí.
–Cierto, hasta el más imbécil se ha dado cuenta de ello. El problema que me preocupa ya no es el Padre Tajo, es quienes han de cuidar de él. Están demostrando y haciendo justo lo contrario de los que se les demanda. Así, si no se remedia pronto y dejan de mirarse su propio ombligo, llegará la muerte del río, y en consecuencia, la de la propia ciudad y sus vecinos.
David Morales / SOS Talavera